La luna y los espacios abiertos me atraen por su misterio y sensación de infinito. La luna es un testigo impasible, vigilante y bondadoso. La que preside todo. Y los espacios abiertos me hacen sentir libre y confiada.
Estas percepciones son la principal motivación de Primeras luces. Pero hay elementos en el cuadro que también me sugieren sensaciones poderosas: la masa arbórea detrás del prado semeja una cúpula vegetal que acoge una bullente vida en su interior: la Gran Madre.
El arbolito solitario y recio representa la fuerza la juventud. La niebla blanquecina a la derecha y el árbol rojizo asomado a la izquierda aparecen como los entes protectores que nos acompañan siempre.
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